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El amor está en problemas, sentenciaba el sueño. Y por eso llamaste.
Tocaste la espera y confundiste los tiempos, aun no, decías y no pudiste esperar.
Entonces tocaste tu herida, removiste purulentas sensaciones y el desaliento,
el desencantado plomo de la realidad cayó sobre la tierra.
Manos vacías, bolsillos vacíos, otra vez faltaba el aprecio,
y esa condición de pobreza insistente calmaba lo nuevo. Todavía no...
La otra mañana unas flores amarillas elevaron su corola hacia el sol, y casi con el descanso necesario
confundiste la tristeza con una breve sensación de bienestar, distraído, espontáneo.
¿Y las personas? nos reivindicamos o nos perdemos de vista, existe un para siempre, un para nunca jamás volver, el azar también hace lo propio y despunta humanidades terribles.

Sería prudente un hechizo para andar estos días y cuando volviese a mirar de frente
andar con la prudencia de las sabias reflexiones y no con la mirada húmeda de sensaciones
temerosas de no ser nunca elegida para un sueño.

¿Y para dónde hay que ir?
La belleza, la bondad, los buenos sentimientos se retiraron  y dieron paso a la imperfecta vida que llena de portaretratos de personas más equivocadas que acertadas, más humanas que amorosas, los estantes de algarrobo de un mueble que es lo que queda de una casa primaria y la sangre que recorre estos cuerpos es tan espesa como la húmedad que abunda en esta suciedad y sin embargo posee la belleza inigualable de ser  autentica, única, inevitable historia que nos hace ser quien somos.

Hay que rastrear en las fotos una mirada inolvidable para rescatarnos del desprecio, del agujero, de la bolsa de moscas y dejar que la purulencia cicatrice y sane.

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