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Mostrando entradas de enero, 2020

La humedad

Tengo la tarde adherida en la piel. Una humedad pegajosa se combina con el gris goteo del verano. La calle es la única solución, andar desprovisto de destino y saber que hay, en mi casa, un libro, una madre y un hijo; un jazmín, una azalea, una carnosa de hojas gigantes, hay un jardín escondido para que regreses de grande. Sentada en un umbral entre Acoyte y la vía, tras la bruma de polución y los transeúntes, detrás, se esconde una brecha donde crece el verde; entre el cemento y la ilusión crece también el amor. Una extraña combinación de infortunio y de afecto que reúne los dolores solitarios y se pronuncia, se dice, se nombra con el temple de la existencia. Honro esta tarde húmeda. Amo mucho más de lo que carezco.

El cielo de agua

Las manos en el vientre te siento crecer Recuerdo Tu cuerpo pequeño extendido la cabeza ladeada la lluvia de la mañana este es el mundo. ¿Qué tu vida sea descubrimiento! Evoco Traigo al presente aquello que me hace no tengo miedo tuve mañanas lluviosas. Evoco Hago presente mi cuerpo la brisa húmeda del verano. Un árbol cuelga en la ventana Tuve una inundación y una ventana me ofrecí a la crecida Navegan barcos donde había asfalto. Qué crezcas aprehendiendo e imaginando que un arbusto es un sabio sin tiempo. Había un aire gris ¿Acaso no es parecida esta mañana? El tiempo se desliza tenue y visible. ¡Cómo cae la lluvia! ¡Cómo navega ese hombre en mi calle! La ventana da a la calle los ojos dan hacia el viento el cuerpo emociona se transforma en barco, en agua que cae, en sudestada que crece. La respiración me recuerda el embarazo mientras te presentía habitamos juntos la calma. Una tormenta de ventanas Las cortinas celestes El sonido