La humedad
Tengo la tarde adherida en la piel. Una humedad pegajosa se combina con el gris goteo del verano. La calle es la única solución, andar desprovisto de destino y saber que hay, en mi casa, un libro, una madre y un hijo; un jazmín, una azalea, una carnosa de hojas gigantes, hay un jardín escondido para que regreses de grande. Sentada en un umbral entre Acoyte y la vía, tras la bruma de polución y los transeúntes, detrás, se esconde una brecha donde crece el verde; entre el cemento y la ilusión crece también el amor. Una extraña combinación de infortunio y de afecto que reúne los dolores solitarios y se pronuncia, se dice, se nombra con el temple de la existencia. Honro esta tarde húmeda. Amo mucho más de lo que carezco.