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Mostrando entradas de octubre, 2019

Veda

Miraste de reojo el regocijo de la piel y diste un portazo ante la amenaza. Tocaste la temperatura adecuada y tus ojos descansaron de placer; miraste como si estuvieras bajo la sombra templada atravesada de sol. Como sí, recostado en el silencioso bosque que resuena de agudas voces espirituales. Todo eso miraste. Cuando tocaste su piel, tocaste el recelo. Cuando viste un gesto complaciente se levantaron los jueces que comparan lo que tuviste frente al eco-hueco de la incertidumbre. - y claro, siempre gana el temor, parcialmente o por completo- . Eso, nadie devuelve a otro los años de coraje por encontrarse. Y ahora esas evocaciones no te dejan ser. Entonces heriste, tuviste que hacerlo, y fuiste herido por una mirada. Y fue perdiendo la voz, se fue apagando su firmeza para hundirse en tu dolor de extravío. En ese mismo momento, cayó el follaje de la sombra, cayó de invierno, cayó de reseco. No miraste más, se había instalado la fiereza territorial del desdén. ¿Qué importa? Todos

ventanas

Estoy en el colectivo, con la cabeza reclinada sobre la palma de la mano, la temperatura de la piel me recuerda que aquella vez, consideré que era necesario un relato, había vivido cosas magnificas en aquel lugar con ventanas al mar. Eramos artistas y bailábamos, cantábamos, inventábamos historias para encantarlos. Un compañero contó "La leyenda del tambor", una escalada hacia la luna; subí hasta allá. En sus palabras la noche fue profundamente azul y la luna inmensamente grande, clara, flotando, suspendida entre el viento que empezaba a rozar el cuero. ¿Qué entendiste? Me hablaste de la corriente eléctrica, dijiste que un cable y otro -positivo/negativo- la necesidad de la tierra y la ofensa. ¿Creíste que me estaba burlando? Quise llevarte hasta la luna como me llevaron a mi. Entonces te puse esta misma mano, que ahora sostiene mi cabeza, a serenar tu pecho. ¡No había agravio! Así deseo contar las noches, ahora que veo mi obra en otras manos y es pre

Río de hielo

Río de hielo, como un velo deja ver una sombra que habita en lo hondo detrás de gélidas transparencias. Movimiento de las profundidades contenido en la frágil superficie. Sensaciones que, en el cuerpo, arremeten con violencia visceral. - un latido grave se acerca- El esternón se hunde; ondular en el abismo, y los pájaros se funden con la piel de la tarde mas quisiera planear las nubes y sobrevolar terrazas envuelta en la noche de azul, de enero. - imperceptible cambio- Bombas, ladrillos-meteoritos. La realidad se impone manifiesta, fue una demolición de vacío, de guerra. Fue una noche en la que hizo falta encender las luces de alguna soledad y compartir el reparo, el agrado de mirar lo que aún... sigo en pie. -derramarse fuera, calma pos-apocalíptica.