Un pullover azul

Para Esteban

Imaginate...
Descorrer, como si se tratara de una cortina, el tiempo, no como mirar una vieja foto, más bien como entrar en el tiempo. Justo en el momento en que las cosas de la vida, la familia, el trabajo, las amistades, el sentimiento amoroso, pedían a gritos una nueva posición...Encontrar otra manera, de eso se trataba.
Te metiste en el tiempo como si tocaras su fibra íntima, la experiencia, y entonces la noche que para esa altura era desubicada, el breve verano en el invierno...lo cubrió todo, un cuerpo con la piel expuesta, un vestido y el espacio circundante, todo de azul, de ese que deseas tanto, un pullover azul como la noche, como esa noche que lo cubriría todo arrastrando hasta hoy y en la superficie algo íntimamente guardado.

¿Cuánto tuviste de extranjera todos estos años o ayer en el recuerdo descubierto? ¿Qué es lo propio?
Ayer pensaste que la noche era propia de la felicidad (así, de ese modo debía ser estar íntimamente tranquilo), el olor flotaba en el aire congeniando en perfecta armonía con el azul y las copas de los árboles confundidas por la seudo primavera que volvía la mirada extrañada por la alegría floreciendo.
Y la noche de ayer, fue como otra noche, una de hace todos los tiempos en la que perfumada recientemente por tu florecimiento salías a la calles de ese mismo barrio y podrías jurar que anoche fue un fragmento de la noche, un pedacito de esa noche de hace toda una vida.
Y por esa casualidad, si es que existe semejante cosa, o causalidades de la vida miraste el lugar exacto en el que había comenzado la vida.
No como quien mira una vieja foto sino como quien encuentra un espacio de tiempo (azul como una noche de verano en invierno) flotando dispersa en la aventura infinita del tiempo, de tocar la experiencia del tiempo, dislocarla y volver a sacar el colchón al balcón y luego (recursamos el tiempo, justo ahora que había necesidad) darte cuenta que desde aquel recuerdo había viajado él, que paseaba en bici, que silencioso como era también llegaba hasta ese presente de antigüedad sin medida de tiempo. Por ese entonces, te creaste un mundo para tener, para que sea posible una infancia. Te dibujaste una rayuela en la puerta de esa casa que volviste a visitar anoche, y jugaste todo el día, luego sentadita, florecida en el umbral, ya llegaría alguién a casa, no había olvido había infancia.

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