Oxígeno

Las mesas configuran este espacio. La gente conforma  mesa.  Los títulos anuncian mesas. Los cuerpos con formas de mesa. Las manos, apoyadas en las mesas, los codos en las mesas. Los rostros aplastados contra las horas, aplastadas en las mesas, apelmazadas en la abúlica inercia de no tener sentido dentro de un espacio conformado por mesas.
No soy no soy no soy. Me resisto a ser de este modo, no soy mesa!
Me niego a tu estúpida cuadratura, a tu inflexible forma de sostener.
Repudio el hecho de que las mesas quieran someterme a su espacio donde mi cuerpo se coloca incómodo y en rígidas formas que quieren ser yo. Quieren las formas de mesa adueñarse de mi pensamiento, de la mirada. Y de las mesas que sirven de sostén del dinero que se  enaltecen  por hacerse acreedoras de mi tiempo.
Mesas acreedoras, parasito, mesas usureras. Pobres mesas estériles que no pueden dejar de mirarme con su tabla repleta de objetos  que pueblan el mundo con la fantasía de abrocharse al tiempo en papeles fluorescentes, alertas  amarillas, informes que declaman su autoridad bajo la leyenda de un año que es tan igual a otro.
Pobres mesas que sostienen los trastos de cuerpo  que queriendo hundirse, penetrar en ellas, se encastran en la pública ensoñación del trabajo. Y encastrados en el tiempo anuncian la demoledora sagacidad del sistema que con suaves caricias de seguridad te hincan el cuerpo hasta no poder ser sin mesa. Los gigantes culos, las medialunas que engrasan la vida, el dulce opio del resguardo.
Mesas protegidas por el sistema, con ojos de ganchitos, con logos símbolo de la independencia. Con la astucia que percude los ojos de brillo intenso, con la mezquindad que pretende abandonarse sobre un papel  con la promesa de ser mesa y sostener las cabezas que multiplican billetes creyendo salvar sus vidas. Pobres mesas, que culpa tienen ellas?

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